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Mi reencuentro con Raccoon City

Foto del escritor: David Vargas CasadoDavid Vargas Casado

Actualizado: 17 dic 2021

El renacer de una de las grandes sagas de la cultura pop llega entre sombras.


Las luces poco a poco languidecen como ascuas de fuego ahogadas por el viento. Las veo extinguirse al otro lado del cristal, en compañía de los pocos que quedamos ya. Una nueva parada, algunos se bajan, ninguno sube. Los veo alejarse mientras se internan en las sombras.


La luz de la cabina, azulada y quirúrgica, casi me pareció parpadear cuando, una voz mecánica, anunció la siguiente parada: Alcalde Luis Uruñuela (Palacio Congresos). La blancura mortecina del autobús me alumbra por última vez, la siguiente parada, es la mía.


Cada vez quedábamos menos, dentro y fuera | Pinterest

Las puertas se abren y una calle solitaria, fugitiva, te da la bienvenida. De pronto, te sientes solo, si acaso acompañado por los pocos coches que circulan a esa hora y a los que, incluso, miras con preocupación cuando se acercan más de lo debido. Justo enfrente de mí, el Palacio de Congresos parece el esqueleto de un gigante que murió intentando abrazarme y cuyos restos, ahora, son profanados por remordimientos y lamentos.


Enfundado en guantes y abrigo, comienzo el camino, buscando tontamente los pasos de cebra en esa hora fantasmal. Los negocios están cerrados, aunque algunos neones te invitan a entrar por puertas de locales sin ventanas. Da la sensación de que no estuvieran ahí para ti, sino que sus clientes fueran demasiado etéreos para ser vistos, aunque puedes notar su vigilancia constante sobre ti, al pasar.


Los letreros de algunos negocios parpadean en la oscuridad de la noche | D. V.

Casi queriendo contrarrestar tanta oscuridad, se alza un gran complejo rebosante de luces led, como evocando a una fortaleza: la última defensa, la luz de la esperanza humana ante un mundo oscuro y hostil. Sin embargo, paradójicamente, la soledad allí era mucho más palpable que en ningún otro lugar. Casi podía escuchar los gritos de los niños jugando, sus pasos acelerados y sus risas traviesas. Casi podía verlos cogidos de las manos de sus madres, yendo a tomar un pastel para merendar. Sin embargo, al parpadear, la ilusión se desvanecía. La fortaleza, en realidad, era un cementerio de suspiros.


El mayor foco de luz y humanidad, resultó ser el más desalentador y solitario | D.V

En la última planta, en la última esquina, en la última sala, estaban nuestros asientos, esperando para ver el renacer de una saga de culto. La única persona del lugar era una mujer que, escaneando la entrada, dijo: “A la derecha, sala 7”.


La soledad, tirana, no consentiría hacer una excepción en el interior de la sala, pues una oscuridad inescrutable me hizo ir casi a gatas para encontrar la butaca. No me atreví a encender la linterna, por miedo a lo que pudieran esconder las sombras. Aunque, más tarde, vería que nadie más estaba allí. Es curioso cómo, cuanto más solo está uno, más acompañado se siente.


La soledad era la única presente, protagonista incontestable de la noche | D.V

La película ya había comenzado, pero pude conocer a los hermanos Redfield de pequeños, algo que me sorprendió, pues no recordaba eso de los videojuegos. Al final, Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City busca eso, ser una adaptación lo más fiel posible a la esencia de los clásicos juegos de terror de la franquicia y redimirse de las películas de Milla Jovovich. En ese aspecto, cumple sobradamente y la disfruté muchísimo, con varios sustos incluidos.


No obstante, la película distó estar bien llevada a cabo, ya que, al igual que esta crónica, dedica mucho tiempo a plantear la situación inicial de tensión, cuando aparecen los zombies comienza a flojear y al final tiene un clímax absurdo y efímero, sentenciado por una frase digna de Rambo. Aún así, salgo del cine bastante satisfecho. Aunque con graves problemas, la película es muy disfrutable.


Cartel de la película | Zamunda-net

Además, no podría haber mejor escenario para ver una película de este género. A cada esquina impera la sensación de que encontrarse con uno de estos seres, no es tan descabellado como cabría esperar.


La vuelta la hago en coche, no hay que tentar a la suerte. Caen algunas gotas y todo no hace más que oscurecerse. Saco un disco de Isabel Pantoja y lo pongo, por contrarrestar lo lúgubre del ambiente, pero el disco no era mío. Lo encontré en primera clase.



 
 
 

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